R se desplaza en la la habitación. Su único vocabulario se basa en balbuceos y complicados gestos que sólo ella conoce.
Mueve sus extremidades, sus dedos, se levanta y se sienta continuamente. R no mantiene la mirada y su forma de decir que algo no le gusta es muy particular.
Hoy miré a R mientras escuchábamos música de Philipp Glass, en un momento de tranquilidad, R me ha devuelto la mirada y ha respondido a mi sonrisa con una mucho más sincera, más expresiva, una sonrisa muy especial, directa, firmada y dedicada para mi, una sonrisa de R.
Más tarde, me senté silenciosamente a los pies de R, mientras ella seguía escuchando la música mientras movía los dedos continuamente.
Se incorporó quedándose sentada y acerco su brazo a mi cuello, empujando mi cuerpo hacia el suyo en un cálido abrazo, un abrazo muy especial, un abrazo de R que reafirmaba con una posterior sonrisa.
Hoy R. ha seguido deambulando por la habitación con su particular forma de andar y su característica forma de ser, pero R. hoy me ha dedicado una sonrisa y me ha regalado un abrazo.
Hoy R. me ha enseñado de nuevo aquello que todo el mundo da por hecho, R. me ha enseñado otra vez que lo bonito no está atrás, que lo bonito no son las fugaces ilusiones perecederas e imposibles que simulan ser compartidas por soñadores en decadencia y añoradores de mentiras, R. me ha recordado hoy cómo son las sonrisas de verdad.
Hoy dejaré grabada en mi mente la sonrisa y el abrazo de R y procuraré que ahí quede durante mucho tiempo, para que los fantasmas disfrazados de sinceridad se esfumen entre sus mentiras y no se acerquen a gente cómo R.